SANGRE

LA SANGRE EN LA BIBLIA

 

En una de las primeras referencias, el Creador declaró: “Pueden comer todos los animales y verduras que quieran. [...] Pero hay una cosa que no deben comer: carne con sangre, porque en la sangre está la vida”. Añadió: “Yo pediré cuentas [...] de la sangre de cada uno”, y entonces condenó el asesinato. (Gén 9:3-6, Versión Popular.) Elohím dijo eso a Nóaj (Noé), un muy estimado antepasado común de judíos, musulmanes y cristianos. Así se notificó a toda la humanidad que a los ojos del Creador la sangre representa la vida. Esto iba más allá de ser una regulación relacionada con la dieta. Estaba claro que implicaba un principio moral. La sangre humana tiene gran importancia, y no debe abusarse de ella. Después el Creador añadió detalles que nos aclaran las cuestiones morales que él enlaza con la sangre. Y solo determinó que la sangre debía ofrecerse como forma de expiación por los pecados, una ofrenda sagrada para YHVH. Cf. Lev 17:11.

 

De nuevo él se refirió a la sangre cuando dio el código de la Ley al Israel de la antigüedad. Aunque mucha gente respeta la sabiduría y ética de ese código, pocos están al tanto de sus rigurosas leyes acerca de la sangre. Por ejemplo: “Cualquier hombre de la casa de Isra-e-l, o de los extranjeros que moran entre ellos, que comiere cualquier clase de sangre, Yo Me volveré contra el que come la sangre, y le exterminaré de entre su pueblo; porque la vida de la carne está en la sangre”. (Levítico 17:10, 11, Editorial Sigal.) Dios entonces explicó lo que debía hacer un cazador con el animal al que daba muerte: “Derramará su sangre y la cubrirá con polvo. [...] No comeréis la sangre de ninguna carne, porque la vida de toda carne es su sangre, cualquiera que la comiere será exterminado”. (Levítico 17:13, 14, ES.)

 

Los científicos saben ahora que el código de la Ley judío promovía la buena salud.

Aunque la ley sobre la sangre tenía rasgos relacionados con la salud, había mucho más implicado en esto. La sangre tenía un significado simbólico. Representaba la vida que el Creador había provisto. Al tratar de modo especial la sangre, el pueblo mostraba que dependía del Creador para la vida. Sí, la razón principal por la cual no habían de ingerir sangre no era que no fuera saludable, sino que tenía un significado especial para Elohím.

 

En la Torah se declaró vez tras vez la prohibición del Creador sobre el ingerir sangre para sostener la vida. “La sangre es la vida; así que no deben comer la vida junto con la carne. Lo que deben hacer es derramarla en la tierra como agua. No la coman, y os ira bien a vosotros y a vuestros hijos por hacer lo justo.” (Deuteronomio 12:23-25, VP; 15:23; Levítico 7:26, 27; Ezequiel 33:25.)

 

A nivel físico la sangre es el elemento principal para transportar el oxígeno del cuerpo. Esto es gracias a los glóbulos rojos. Pero también contiene unos elementos de crucial importancia, se trata de los llamados leucocitos o glóbulos blancos. De los cuales hay unos 5.000 a 10.000 en cada milímetro cúbico de sangre. Otra clase de glóbulos blancos, sus linfocitos. La parte líquida que compone el 55 por ciento de su sangre en volumen contienen plaquetas. Además de elementos proteínicos y minerales, hidratos de carbono, grasas, sales y vitaminas. Su plasma también contiene albúmina y globulinas. La sangre es tan compleja, con innumerables combinaciones singulares de anticuerpos, hormonas, proteínas y otros factores que la hacen asombrosa en su composición y en sus funciones.

 

Sin embargo, con meramente un conocimiento básico de algunos de sus componentes y cómo diariamente sostiene y conserva su vida, puede comprender con aprecio por qué el Creador escogió la sangre como símbolo de la vida. Él dijo: “Porque la vida del cuerpo está en la sangre… Es por eso que os dicho a: Ninguna de vuestras vidas debe comer sangre“—Lev 17:11, 12.

Sin embargo, suena casi paradójico el saber que según el mandato de Yeshúa a sus talmidím fue el de no solo comer su cuerpo, sino el de beber su sangre.

 

¿Cómo se ha de ver esto?

 

"Yeshúa, pues, les dijo: En verdad, en verdad os digo: A menos que comáis la carne del Hijo del hombre, y bebáis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadero alimento, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, mora en mí, y yo en él. Como el Padre viviente me envió, y yo vivo por medio del Padre, así el que me come, éste también vivirá por medio de mí. Éste es el pan que descendió del cielo: no como vuestros padres que comieron el maná, y murieron: el que come este pan, vivirá eternamente."

Juan 6: 53-58 – VM.-

 

Notemos primeramente en el pasaje que no se está hablando de la Comunión que se celebra en recuerdo el día 14 de Aviv. Se está hablando en términos generales de “comer” y “beber” para tener vida dentro de uno mismo y obtener la eternidad.

 

¿Cuál es, entonces, el significado de esta porción de la Palabra, donde Yeshúa nos es presentado como el Pan de Elohím que descendió del cielo? En la primera parte de los versículos a los que se hace referencia los Judíos preguntaron, "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" (Juan 6:52). Y el Señor responde, "A menos que comáis la carne del Hijo de hombre, y bebáis su sangre, no tendréis vida en vosotros." (Juan 6:53 – VM)).

 

Yeshúa escogió la más dura metáfora posible, de forma que solo aquellos que percibiesen su verdadero significado y no tuviesen miedo a ser incomprendidos tuviesen el privilegio de ser llamados sus discípulos?

Pero además de eso, creo que la principal razón de Yeshúa al hacer tan radical declaración fue simplemente porque era verdad.

 

Simbólicamente, la sangre del animal era la vida sobre el altar del Templo de Jerusalén para expiación en favor de los Israelitas. Era la intención de Dios. Está destinada para ser consumida por Él y para Él solo. Esto puede sonar raro para los oídos modernos, pero es lo que los antiguos pensaban del sacrificio. Los Israelitas primitivos no eran una excepción al comprender esta idea del sacrificio. Ellos lo ofrecían a Dios (y algunas veces a los dioses) cómo alimento para consumo sagrado. ¿Necesitaba el Elohím de Israel estos sacrificios para sobrevivir? ¿Necesitaba Él, el cuerpo y la sangre de los animales? Desde luego que no. Pero en la mente primitiva, el matar como sacrificio, simbolizaba una vida completamente dedicada y ofrecida a la deidad que adoraban. Ni tan siquiera se lo cuestionaban.

 

Entonces, ¿qué pasa aquí? Yesúa les está diciendo: “Ahora las mesas están servidas. Es el turno para YHVH ofreceros todo lo que Él es, tal como vosotros le ofrecéis en sacrificio, simbolizando la vida entera, así Él se ofrece a sí mismo en la persona de su Hijo”.  Él quiere entrar en vosotros, quiere formar parte de tu humanidad, tu ser, dentro de ti. Pablo dirá también algo similar, “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no os dará también con Él todas las cosas?” (Romanos 8:32).

 

Por eso, cuando Yeshúa se refirió a su cuerpo y a su sangre, Él dio a entender que todo lo que él simbolizaba o representaba, en la mente y el corazón de sus discípulos, asociados completamente con Él, en el amplio ámbito de sus vidas: su persona, sus enseñanzas y sus hechos. En otras palabras, Yeshúa esperaba ser completamente entendido y admitido a través de una participación activa por fe. Por fe en Él, el creyente podría participar de la salvación que se encuentra tan solo en Yeshúa y que es libremente ofrecido a todos. Ese era el propósito.

 

Así que permítame resumir. La declaración de Yeshúa acerca de su cuerpo y su sangre es verdadera y no hay otra imagen que podría dejarlo más claro. Su carne y su sangre, es decir, el mismo Yeshúa – todo Yeshúa – en cuerpo y sangre o vida es lo único que puede sostener a un ser humano a la vida eterna (Jn 1: 1, 14).

Mi punto de vista aquí, es que los discípulos le entendieron perfectamente. No era que YHVH viviera en el Templo de Jerusalén, o en el Sumo Sacerdote y el liderazgo del Sanedrín, sino que Su representante Yeshúa quien era el camino al Padre penetraría en cada uno de nuestros cuerpos para vivir en él y lo comeríamos y beberíamos en sentido simbólico para que él estuviera dentro. Por Él la vida es dada y mantenida. Los discípulos fueron más inteligentes de lo que parecían. Yeshúa posiblemente no podía ser aceptado por aquellos que estaban en una posición de influencia y poder. Se dieron cuenta de que se estaba desatando la tormenta.

 

Sin embargo, otros hoy entienden de manera distinta el comer el cuerpo y beber la sangre. Por ejemplo, los papas de Roma dicen: “ que para el catolicismo la Eucaristía “no es un símbolo” y que el pan “es realmente” el cuerpo de Jesús y el vino su sangre”. A esta enseñanza se le llama la “Transustanciación eucarística”. Según el Concilio de Trento se dice que: ““Puesto que Cristo nuestro Redentor dijo que era verdaderamente su sangre la que se ofrecía bajo las especies del pan, ésta siempre ha sido la convicción de la Iglesia de Dios, y este santo Concilio lo declara nuevamente ahora, que por la consagración del pan y el vino, se efectúa un cambio de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo nuestro Señor y toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre.”

 

En otras palabras, la Iglesia Católica Romana enseña que una vez que un sacerdote ordenado, bendice el pan en la Cena del Señor, éste se transforma en la misma carne de Cristo (aunque retiene su apariencia, olor y sabor de pan); y cuando él bendice el vino, éste es transformado en la misma sangre de Cristo (aunque retiene la apariencia, olor y sabor del vino).

 

En Juan 6:63 declara, “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.” Jesús establece específicamente que Sus palabras son “espíritu”. Jesús estaba usando conceptos físicos, como el comer y el beber, para enseñar una verdad espiritual. De la misma manera que el consumir físicamente comida y bebida mantiene nuestros cuerpos físicos, de igual manera nuestras vidas espirituales son salvadas y construidas al recibir a Jesucristo por gracia a través de la fe. El comer la carne de Jesús y beber Su sangre son los símbolos de haberle recibido total y completamente en nuestras vidas.

 

Las Escrituras declaran que la Cena del Señor es un memorial del cuerpo y la sangre de Cristo (Lucas 22:19; 1 Corintios 11:24-25), y no la consunción misma de Su sangre y cuerpo físico. Cuando Jesús estaba hablando en Juan capítulo 6, aún no había tenido lugar la Última Cena con Sus discípulos, en la que Él instituyó la Cena del Señor. Es injustificado leer La Cena del Señor / Comunión Cristiana en el capítulo 6 de Juan.

 

La razón principal por la que la transustanciación debe ser rechazada es porque es vista por la Iglesia Católica Romana como un “re-sacrificio” de Jesucristo por nuestros pecados, o como una “re-ofrenda / re-presentación” de Su sacrificio. Esto está directamente en contradicción a lo que dice la Escritura; que Jesús murió “una sola vez” y no necesita ser sacrificado nuevamente (Hebreos 10:10; 1 Pedro 3:18). Hebreos 7:27 declara, “que no tiene necesidad cada día como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo (Jesús) UNA VEZ para siempre, ofreciéndose a Sí mismo.”

 

¿Pero de dónde entonces saca la Iglesia católica y sus allegadas el ritual de beber sangre y comer carne?

 

Esto se remota a la noche de los tiempos donde en rituales mágicos se bebía la sangre de animales o del hombre mismo para obtener los beneficios divinos de la regeneración de vida dentro del cuerpo o para rituales de fertilización. Se sabe que era común beber la sangre de gladiadores muertos en el antiguo imperio romano y los rituales de sacrificios de niños y de beber su sangre eran efectuados por el sacerdocio pagano romano en lugares ocultos y mágicos.

 

Los antiguos sacrificios humanos la Iglesia los convirtió en la forma cristiánica de “sacrificio incruento de Jesús” por medio de la Misa y la llamada “transustanciación de la eucaristía” como medida de conversión de las diversas tribus que sostenían prácticas de sacrificios humanos de “beber sangre”.

 

Aportado.

 

 

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