SED COMO NIÑOS
Con la participación activa de la hermana Angélica
actualizado al 08-09-2024
Este estudio pretende ayudarnos de manera personal a ser como “niños” es decir ser “semejantes a niños en la carencia del mal”.
Si queremos ser capaces de comprender perfectamente cómo es posible llegar a una conversión tan admirable y mediante qué transformación hemos de volver al estado de niños, dejemos que Pablo nos instruya y nos diga:
«No seáis niños en vuestros pensamientos, antes bien, comportaos como niños en lo que toca a la maldad» (1 Cor 14, 20).
No se trata, por tanto, de volver a las diversiones de la infancia, ni a los tropiezos de los comienzos, sino tomar una cosa que conviene también a la madurez. A saber, que pasen pronto nuestras agitaciones interiores, que recuperemos rápidamente la paz; que no guardemos rencor por las ofensas recibidas ni codiciemos altos cargos; queramos estar juntos, unidos, y guardemos una igualdad conforme a la naturaleza.
En verdad, es un gran bien no saber causar daño ni tener gusto por el mal, porque inferir y devolver injuria es propio de la astucia de este mundo; por el contrario, no devolver mal por mal (cf. Rom 12, 17) es el espíritu de infancia, todo él lleno de ecuanimidad nazarena en el Mesías.
¡Te alabo, oh Padre, Señor del Cielo y de la Tierra! Porque escondiste estas cosas de sabios y entendidos y las revelaste a NIÑOS. Sí, Padre, porque así te agradó”. — BIBLIA TEXTUAL 4ª Lc. 10:17-21.
Los discípulos humildes de Yeshúa eran como NIÑOS en comparación con los hombres de enseñanza superior, los escribas, fariseos y saduceos que eran “sabios e intelectuales.” Pero El Padre Eterno les reveló cosas a estos discípulos que los opositores religiosos de Yeshúa no podían entender a pesar de su enseñanza superior, y lo hizo porque los discípulos eran como niños todavía en otro sentido.
Yeshúa llamó esto a la atención de sus talmidím o discípulos en una ocasión después que le habían preguntado: “¿Quién realmente es más grande en el reino de los cielos?” Evidentemente él discernió en el hecho de que hicieron la pregunta un grado de orgullo y ambición. Por eso, para darles una lección llamó a un niño a él y lo puso en medio de ellos y dijo:
“De cierto os digo que quien no acoja el reino de DIOS como un niño, de ningún modo entrará en él. ¡mucho menos ser el mayor en él!” Mar 10:15 BIBLIA KADOSH
Sí, en vez de desplegar orgullo como los líderes religiosos “sabios e intelectuales,” los discípulos tenían que desplegar humildad como la de niños, confianza como la que muestran los niños en su Padre celestial que ahora les estaba revelando estas verdades por medio de su Hijo.
Claramente, entonces, la madurez mental, la madurez física y la madurez emocional son importantes y deseables; y particularmente lo es la madurez espiritual. Pero la madurez espiritual requiere que nos ‘volvamos’ y lleguemos a ser COMO NIÑOS en estos aspectos: que seamos “niños en cuanto a la maldad,” que tengamos fe y confianza a manera de niños y que nos mantengamos libres de orgullo ambicioso. Cf. 1 Cor. 14:20.
Tanto si se es creyente como si no, tenemos que estar de acuerdo en que lo que dice Mesías es muy, muy chocante y original.
Los niños eran lo más bajo de lo bajo en el mundo antiguo. Eso puede ser difícil de imaginar ya que, en algunas sociedades modernas, los niños reciben todo tipo de atenciones, incluso restaurantes diseñados para su disfrute y en su honor. Ese no era el mundo en el que vivió Yeshúa. La mayoría de los estudiosos están convencidos de que esta es la primera y única vez en la antigua literatura judía (quizás toda la literatura antigua) en la que un niño es usado como un ejemplo positivo. Lo que Yeshúa hace aquí es original y radical.
La afirmación de Yeshúa es tan sorprendente hoy como lo fue entonces. En nuestros días, los psicólogos hablan del carácter o comportamiento infantil como algo negativo, indicando la cualidad impetuosa e impulsiva de los caprichos infantiles o las rabietas yoistas. O una necesidad infantil, dependencia y temor al abandono. O una irresponsabilidad y un rechazo airado a ser adulto.
Más aún. Muchos tienen una experiencia bastante triste de sus años de infancia. No es fácil para ellos identificarse con lo que hay de positivo en la forma de ser de un niño.
Pero Mesías nos invita a contemplar algo que está presente en todos los niños, incluso en aquellos que no han sido afortunados en su infancia. Son 2 cualidades que permiten crecer y abrirse al Padre Eterno y al prójimo: La inocencia y la confianza.
Ser inocente, que no es ser ingenuo, nos da una fuerza impresionante, capaz de conmover a cualquiera. La inocencia triunfa sobre la muerte. Pilato reconoció la inocencia de Cristo, al igual que los testigos de la muerte de Esteban. Herodes vio claramente la inocencia de Yojanán en Sumergidor. El mismo Yojanán presenta a Mesías con el signo de la inocencia: Este es el Cordero del Elohím, que quita el pecado del mundo (Jn 1: 29). Es decir, dotado de una inocencia capaz para la redención.
La inocencia se manifiesta en la pureza de intención. Como todos tenemos intenciones no tan puras, más o menos conscientes, más o menos inconscientes, fácilmente detectamos esa inocencia que nos conmueve y se revela como un signo de la presencia divina en la persona inocente.
Algunos de nosotros nos presentamos como guías de ciegos, como luz para los que están en tinieblas, como educadores de los ignorantes, como maestros de los sencillos (Rom 2: 18-20). Mientras no renunciemos a nuestra pretensión de ser personas sabias e inteligentes, hacemos imposible la verdadera y gratificante experiencia del amor divino.
Cuando miramos a Yeshúa, nos sorprendemos no sólo por su fuerza y su fuego, sino sobre todo por su inocencia, un cordero puro e inocente que nunca ha pecado. Nuestras actitudes centradas en el hombre y los estilos de vida tibios mezclados con los cuidados de esta vida y el deseo de las cosas del mundo… no son inocentes como Él. Mientras debatimos sobre si usar libros de himnos o un retroproyector, y mientras nos dividimos sobre la selección del color de la nueva alfombra y otras disputas tontas, el mundo se muere de hambre por la sentir la realidad de Elohím, que desea mostrarnos el corazón puro e inocente de Mesías.
Sin embargo, debemos recordar que Él declara explícitamente: Les envío como ovejas entre lobos. Por lo tanto, sean astutos como serpientes e inocentes como palomas (Mt 10:16).
la inocencia evangélica no es algo que podamos lograr por nuestros propios esfuerzos, sino una gracia o don muy particular que nos corresponde a nosotros acoger y aceptar.
Ser como niños significa tener los ojos y el corazón abiertos a las maravillas y la verdad. Ser pueril significa ser cerrado y permanecer arrogante y obstinado.
No como niños que no quieren crecer, sino mantener un sentido de la inocencia infantil que todos los niños tienen antes de volverse maliciosos y cínicos como los adultos. Las cualidades infantiles como la confianza y la inocencia parecen ser la clave para abrazar nuestras identidades como hijos de Elohím.
La confianza en el Señor nace de la dependencia de Elohím Kadosh para todas las cosas. Esta pobreza espiritual que se describe en la primera felicidad es la forma en que muchos niños pequeños se relacionan con sus padres. Un niño no tiene otra opción que depender de sus padres o de los adultos y esto hace que confíen en sus mayores. Nosotros también necesitamos relacionarnos con El Eterno Padre de esta manera, para recordar que todo lo que tenemos son dones divinos y que poco podemos hacer por nuestra cuenta.
La otra cualidad infantil es la inocencia. Ver el mundo a través de los ojos del niño, con un sentido de asombro por la belleza de la creación de YHVH. Podemos tener un poco de desagrado por lo que parece tan ‘ordinario’ todo el tiempo y olvidarnos de tratar de encontrar al Padre en todas las cosas. Tenemos que tratar de quitarnos esas anteojeras y ver el mundo como realmente lo creó en su origen.
Vivir como hijos “niños” significa tratar de conectarnos con el Padre de esa manera. Ver más allá de la aparente sabiduría del mundo para ver la sabiduría divina. Recordar no estar llenos de nosotros mismos sino permitir que Él sea Elohím en nuestras vidas. Ser como Yeshúa, llamar a Elohím nuestro Padre, inocentes y confiados, como verdaderos “niños” y “niñas”.
A esta semejanza con los niños nos invita, amadísimos, a esta forma de humildad que nos enseña el Salvador.
«Que los fieles amen, por tanto, la humildad y eviten todo orgullo, que cada cual prefiera a su prójimo a sí mismo y que nadie busque su propio interés, sino el del otro» (1 Cor 10:24), de suerte que, cuando todos estén llenos de sentimientos recíprocos de amor, el veneno de la envidia no se hallará en ninguna parte, «porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido» (Lc 14:11). Así lo atestigua Nuestro Señor el Mesías, que, con el Padre vive y reina por la eternidad.
DISPUESTOS A APRENDER
Si poseemos un corazón dispuesto a aprender y una disposición de seguir el ejemplo de los niños, los atributos divinos de ellos pueden ser la llave para desencadenar nuestro propio crecimiento espiritual.
Nuestro Padre Celestial, en Su gran sabiduría y amor, envía a Sus hijos e hijas procreados en espíritu a esta tierra como niños y niñas. Llegan a las familias como dones preciosos con una naturaleza y destino divinos. Nuestro Padre Celestial sabe que los niños son una llave para ayudarnos a llegar a ser como Él. Es tanto lo que podemos aprender de los niños.
Como ya vimos, fue el Mesías mismo quien nos enseñó que debemos considerar a los niños como un ejemplo. En el Nuevo Testamento se registra Su respuesta cuando Sus apóstoles discutían acerca de quién era el mayor en el reino de los cielos. Yeshúa respondió a su pregunta con una pequeña, pero práctica lección. Llamó a un pequeñito, lo colocó en medio de ellos y dijo:
“…si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
“Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:3–4).
¿Qué es lo que debemos aprender de los niños? ¿Qué cualidades poseen y qué ejemplos dan que pueden ayudarnos en nuestro propio crecimiento espiritual?
Estos valiosísimos hijos e hijas del Shaddai llegan a nosotros con corazones creyentes; están llenos de fe y son receptivos a los sentimientos del Espíritu. Son ejemplos de humildad, obediencia y amor. A menudo son los primeros en amar y los primeros en perdonar. Ellos se dan un beso y se abrazan entre si sin malicia alguna.
Solo nos falta ser observadores de los niños para aprender de algunas experiencias sobre cómo los niños pueden bendecir nuestra vida con su ejemplo inocente, pero poderoso, de los atributos nazarenos.
Katie, una niña de la Primaria, nos enseñó al ver la influencia que ella tuvo en su familia. Al ir a la Primaria, la atrajeron las enseñanzas del Evangelio. Con fe y un testimonio cada vez más grandes, Katie dejó una nota sobre la almohada de sus padres. Escribió que atesoraba las verdades del Evangelio en su corazón; compartió su deseo de estar cerca de su Padre Celestial, de ser obediente a Sus mandamientos y de que su familia se santificara en la iglesia-hogar. Aquel sencillo testimonio de su dulce hija llegó al corazón de sus padres con poder. Katie y su familia recibieron las ordenanzas sagradas que unen a su familia para siempre. El corazón creyente de Katie y su ejemplo de fe ayudaron a llevar bendiciones eternas a su familia. ¿Podrían el testimonio sincero y el deseo de seguir el plan del Señor de ella llevarnos a ver con más claridad cuáles son las cosas más importantes?
Estos niños ofrecen ejemplos de algunas de sus cualidades que debemos desarrollar o redescubrir en nosotros a fin de entrar en el reino en el Paraíso. Ellos son espíritus puros, sin mancha del mundo, fáciles de enseñar y llenos de fe. No es de asombrarse que el Salvador sintiera un amor y aprecio especiales por los pequeñitos.
“…y tomó a sus niños pequeños, uno por uno, y los bendijo, y rogó al Padre por ellos. “Y cuando hubo hecho esto, lloró… “y habló a la multitud, y les dijo: Mirad a vuestros pequeñitos”
Nota lo que Nuestro Señor no dijo: ‘échenles una mirada’, ni dijo: ‘obsérvenlos de vez en cuando’, ni tampoco dijo: ‘de vez en cuando miren en dirección a donde ellos estén’. Él dijo que debíamos mirarlos, y para nosotros eso quiere decir que debemos abrazarlos con los ojos y con el corazón; verlos y apreciarlos por lo que en realidad son: hijos de Dios, nuestro Padre Celestial, procreados en Espíritu y dotados de atributos divinos”
No hay un sitio más perfecto para mirar a nuestros pequeñitos que en nuestra familia. El hogar es donde todos podemos aprender y crecer juntos.
Y aunque seamos adultos debemos tener esos atributos de niños y niñas permanentemente en nosotros. Vemos a nuestra hermana como nuestra familia, en una atmósfera de amor, donde nos vemos y apreciamos de manera más personal los atributos divinos procreados en el Espíritu. Es aquí, en nuestra familia espiritual, donde nuestro corazón puede ablandarse y en humildad deseamos cambiar, ser más como un niño o una niña. Es un proceso por el cual podemos llegar a ser más como Cristo, como Mesías.
¿Ha habido experiencias en tu vida que os hayan opacado el corazón creyente y la fe de la infancia que alguna vez tuviste? Si es así, miremos a nuestro alrededor, a los niños en sus vidas; y después miremos otra vez. Quizás sean niños de nuestra familia, del otro lado de la acera o de la Primaria del barrio. Si poseemos un corazón dispuesto a aprender y una disposición de seguir el ejemplo de los niños, los atributos divinos de ellos pueden ser la llave para desencadenar nuestro propio crecimiento espiritual.
Si no tienes hijos naturales, no te preocupes por ello, pero si tienes “ojos” observa atentamente a los “niños” y medita en ello. El ejemplo de cada uno de ellos enseña lecciones que necesitamos. Nos ayudan a cambiar para ser mejores.
Solo los que son como niños entienden la Palabra del Señor y solo los que son como niños entrarán en el Reino de Dios.
Tenemos que desprendernos de falsas doctrinas que nos alejan de entender La importancia de mantener nuestros cuerpos puros y mantener celibato para ser como hermanos que somos y hijos de un Solo Padre Nuestro Elohím Santissimo (El Shaddai).
Damos nuestra humilde pero firme testimonio de que Yeshúa es el Cristo. Él es el único Hijo perfecto: sumiso, manso, humilde, paciente y tan lleno de amor. Deja que él te hable en tu mente.
Que cada uno de nosotros esté dispuesto a seguir su ejemplo, de llegar a ser como un niño pequeño y, de ese modo, regresar a nuestro hogar celestial o Paraiso; es nuestro ruego, en el nombre de Yehoshúa ha-Mashiaj. Amén.
Contribuido
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